Fe en tiempos incrédulos

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caravaggio-santo_tomas¿Recuerdan ustedes aquella historia de la Biblia en donde se narra cómo Jesucristo tuvo que mostrarle sus heridas a Tomás porque éste no le creía a los otros discípulos que en verdad había resucitado?  Imagino que en esa época resultaba un tanto difícil creer en semejantes hazañas realizadas por un hombre, incluso aunque éste se proclamara como «Hijo de Dios» después de todo, consideremos que era el año 33 de nuestra era, no había internet, TV digital, clonación, fertilización in vitro, ni nada que pudiera sustentar la hipótesis de una resurrección.  Posiblemente si alguien nos hablara ahora, en pleno siglo XXI sobre el tema, podríamos creer en ese relato, ésta es la época en que la humanidad se ha tomado muy a pecho el jugar a «Ser Dios» ya que tiene el control sobre la vida, pues ya clona ovejas y puede clonar personas; tiene el control sobre la muerte, pues su capacidad destructiva aumenta día con día, en fin, tanto poder y conocimiento, han vuelto al hombre incrédulo, como quien dice, somos la nueva generación de los «Tomás»

Creo pero demuéstramelo, es la consigna de nuestros días.  Muchas veces, es el mismo hombre, quien hace méritos para que nuestra confianza vaya disminuyendo.  Los políticos por ejemplo, prometen tantas cosas y al final nos quedan debiendo el doble de lo que prometieron.  Una mala relación de pareja, donde la mujer se da cuenta de que su marido la ha engañado o en la que el esposo descubre unos años después, de que el niño al que llama «Hijo» en verdad no lo es, es un golpe duro para nuestra fe.  Otras veces perdemos la fe en el mismo Dios, cuando una madre ora noche y día al pie de la cama de su hijo enfermo con leucemia, rosario en mano suplica a Dios para que se cure, implora que se la lleve a ella y que salve al niño y con el último aliento de vida de su pequeño, cae al suelo el rosario y las lágrimas de dolor ahogan la fe de esa madre que no se explica por qué no fueron escuchados sus ruegos.

Creer, aunque todo nos diga que no, es complicado en estos días, son tiempos llenos de incrédulos, pero aún así todos el-secreto-de-la-ley-de-atracciónnecesitamos creer en algo, muchas veces no sabemos qué es, pero necesitamos creer, queremos creer.  Dicen que la fe es la certeza de lo que se espera, la convicción de lo que no se ve, pero si vamos con este concepto y se lo decimos a alguien que leyó el libro «El Secreto» talvez se ría de nosotros, pues es él, un fiel testigo de que pidió y espero y nunca nada recibió.  Probablemente a los únicos que les funcionó ese «secreto» fueron Rhonda Byrne y su casa editorial y eso no es ningún secreto para nadie.  Jugamos tantas veces con la confianza de las personas y juegan tantas veces con la nuestra que ya no sabemos ni en qué creer.  Dicen que «La fe mueve montañas» claro está que esto no aplica para Cinchona,  pero si en verdad es capaz de mover montañas, puede que transforme un alma escéptica y puede hacer que un corazón endurecido vuelva a llenarse de esperanza.

Si, todos necesitamos creer en algo, creer en alguien.  Talvez me llamen loco, pero yo creo en un tal Dios, que talvez no me da todo lo que le pido, pero me brinda oportunidades para lograrlo; si las aprovecho o no, ya eso es asunto mío, no es culpa de él.  Creo en ese Dios, que aunque no me deslumbra con fantásticos milagros, hace que el sol salga para mí todos los días, no resucita muertos frente a mí, pero me regala aire para llenar mis pulmones y mantenerme con vida.  Creo que hay otros por ahí que también creen, que tienen fe en las demás personas.  No hace falta meter el dedo en la herida, ni muchos menos pruebas científicas que diferencien lo cierto de lo incierto; eso se siente en el pecho.  La fe es algo como esas cosas mágicas que se cuentan en los libros y que aunque la ciencia y la tecnología a veces riña con ella, al final hasta el más sabio de los científicos en algún momento dobla sus rodillas.

Fortaleza_F_Quiero aclarar que este post no es ninguna catequesis, ni mucho menos un debate sobre religión, estamos hablando de fe, simple y pura fe, sin importar la religión, pues son dos términos muy distintos: la fe une a las personas, la religión en cambio las divide.  Tener fe en tiempos inciertos no es una proeza, es una actitud digna de admirar y de imitar; los mejores exponentes de esa fe, son los niños, ellos creen sin necesidad de ver, los pueden engañar, pero ellos perdonan, olvidan y vuelven a creer.  Quizás ese sea el truco para dejar de ser  incrédulos, ser menos como Tomás y mucho más como un niño.

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